¡Qué guay!
lunes, 16 de marzo de 2009
jueves, 12 de marzo de 2009
miércoles, 4 de marzo de 2009
Modelo humano del Firth of Forth
Arte de 5º, ETSI Caminos, aula 26, Universidad Politécnica de Madrid, 4 de marzo de 2009, 10.00 horas.
Recreamos el momento mítico en que Benjamin Baker se sirve de un modelo humano para explicar el esquema resistente del voladizo con la ayuda de su asistente Kaichi Watanabe sentado en el centro. (Firth of Forth Railway Bridge; John Fowler & Benjamin Baker, 1883-1890)
El artefacto no ha resultado tan estable como el original, más allá de unos pocos segundos. Pero modelos y testigos sonreían más hoy que entonces. Gracias a los valientes voluntarios.
jueves, 26 de febrero de 2009
Inspiración
El puente como inspiración.
El Swilken Bench se inspira en el Swilken Bridge.
El banco es fantástico. Una forma sencilla y líneas curvas sutilmente arqueadas dan protagonismo a los materiales y en especial a las vetas de la madera.
El puente es superfamoso entre los jugadores de golf. Salta un pequeño canal en el hoyo 18 del campo de golf de St. Andrews en Escocia. Referencia del British Open Championship y punto de parada obligatorio para foto.
martes, 24 de febrero de 2009
Adios a Michael Scofield
Michael Scofield es el protagonista de Prison Break y también imagen de cabecera de nuestro blog. ¿Por qué? Muy sencillo. Los protagonistas de las pelis son siempre abogados, detectives, médicos, policías, mafiosos, modelos, músicos, camareras, políticos... Nunca ingenieros civiles. Hasta que apareció Prison Break y con él Michael Scofield , un protagonista honesto, sexy, licenciado Magna Cum Laude en Ciencias y Máster en Ingeniería Estructural por la Universidad de Loyola en Chicago. Su experiencia profesional como ingeniero de estructuras en la empresa Middleton, Maxwell y Schaum en el centro de Chicago le lleva participar en el proyecto de la penitenciaría estatal de Fox River. Cuando su hermano es acusado de un crimen que no ha cometido y sentenciado a muerte, le encierran precisamente en Fox River hasta su ejecución. Michael se tatúa los planos encriptados de la prisión en su cuerpo y roba un banco a mano armada para que lo encarcelen en Fox River. Dentro de la cárcel debe llevar a cabo su plan de fuga, superar obstáculos, sobrevivir en prisión y aliarse con otros presos para poder escapar con su hermano antes de la fecha de ejecución. Superemocionante... Primera temporada de la serie. La segunda, tercera y cuarta no sabemos muy bien de qué van, pero Michael sigue siendo ingeniero civil, joven, guapo y protagonista, de ahí que sea nuestra foto de cabecera.
Pero todo tiene su final. La cuarta temporada en EEUU ha bajado de los 8 millones de espectadores y parece que llega a su fin. Nos quedamos sin referencias mediáticas. ¿Alguna idea para un nuevo icono?
viernes, 13 de febrero de 2009
La forma física del ingeniero
Brillante ingeniero pensando en las implicaciones de una variante de trazado
La barriga no mola. Se ha terminado el tiempo de los ingenieros tripones. La nueva generación cuida su alimentación y hace deporte. Ahora somos más guapos.
Joven ingeniera estructural satisfecha después de entregar un proyecto
Adivina qué puente es
En la página Bridge of the Month Quiz sortean cada mes un libro de puentes entre los que consiguen identificar un puente por la foto. ¡Suerte!
martes, 13 de enero de 2009
Mondadientes bridge
Retomando la ingeniería de juguete que planteó Leo con los espaguetis me he encontrado con un concurso en Bilbao con palillos de helado. La carga que aguantan es increible
Y hay otro concurso similar en la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Sé que hay algún concurso con clips y palillos mondadientes pero no encuentro fotos. Si encontraís,... ¡decídlo!
Y hay otro concurso similar en la Universidad Miguel Hernández de Elche.
Sé que hay algún concurso con clips y palillos mondadientes pero no encuentro fotos. Si encontraís,... ¡decídlo!
sábado, 27 de diciembre de 2008
Sobre los crismas
En Navidad enviamos nuestros mejores deseos, casi siempre de corazón.
Y en muchas empresas se ha establecido también la buena costumbre de felicitar la navidad o el nuevo año, según la creencia, o la ausencia de ella, del editor. Así esta época se llena de mensajes de paz, de felicidad y de buenos deseos. ¡También está muy bien!
Lo que pasa es que, aprovechando el viaje, y ya que se va a hacer un envío masivo a todos los clientes, proveedores y personal relacionado con la empresa, pues se aprovecha a mandar un mensajito publicitario a veces subliminal y a veces totalmente evidente.
No soy quien para crticar, pero lo voy a hacer:
Aprovechar la navidad para hacer propaganda evidente es MUY ABURRIDO. Mostrar en una felicitación navideña los preciosos edificios, puentes, túneles y carreteras que hemos hecho a lo largo del año me parece MU HORTERA y MU CANSINO.
Lo siento por mis amigos que me mandan ese tipo de crismanuncios. Aprovecho el magnífico púlpito que Leo ha creado en el que me deja expresarme para quejarme públicamente, desde mi invisibilidad, de los pesaos presuntuosos que nos bombardean con sus hazañas ingenieriles.
O sea que si yo pongo un rey mago con gafas, y al rubio lo visto con un traje negro ajustado y melenas jevi, ¿es que no he hecho nada en todo el año?, ¿es que me lo he pasado pensando en como disfrazar al Melchor?. No hombre, NO. He estado currando.
Ahora llega el momento de felicitar la navidad o el año nuevo y no de decir “yo sí, tu no”. Como cuando vas a casa de un amigo y se pasa cincuenta minutos enseñándote las fotos de su viaje a Bali. Te está diciendo “Yo sí, tu no” y eso es de mala educación. ¡Ponlas en Picassa tío y déjame en paz!, ¡será por medios!
Aprovechemos la navidad para hacer de las obras de ingeniería algo entrañable que nos una. Enviad crismas blancos, como las marcas del súper. Si queréis felicitar la navidad haced postales navideñas que nos devuelvan la alegría por compartir y no por diferenciarnos y así en estos malos tiempos para la lírica que llegan, en los que la envidia y la competencia van a empezar, si no lo han hecho ya, a cizañear nuestra vida cotidiana, tendremos un motivo para sentir calor en nuestro espíritu.
Adjunto la postal de un amigo que ama las obras públicas y por eso el belén, la máxima expresión del amor para él que es católico, lo coloca en una obra civil, y tiene su gracia. Bravo amigo.
Y en muchas empresas se ha establecido también la buena costumbre de felicitar la navidad o el nuevo año, según la creencia, o la ausencia de ella, del editor. Así esta época se llena de mensajes de paz, de felicidad y de buenos deseos. ¡También está muy bien!
Lo que pasa es que, aprovechando el viaje, y ya que se va a hacer un envío masivo a todos los clientes, proveedores y personal relacionado con la empresa, pues se aprovecha a mandar un mensajito publicitario a veces subliminal y a veces totalmente evidente.
No soy quien para crticar, pero lo voy a hacer:
Aprovechar la navidad para hacer propaganda evidente es MUY ABURRIDO. Mostrar en una felicitación navideña los preciosos edificios, puentes, túneles y carreteras que hemos hecho a lo largo del año me parece MU HORTERA y MU CANSINO.
Lo siento por mis amigos que me mandan ese tipo de crismanuncios. Aprovecho el magnífico púlpito que Leo ha creado en el que me deja expresarme para quejarme públicamente, desde mi invisibilidad, de los pesaos presuntuosos que nos bombardean con sus hazañas ingenieriles.
O sea que si yo pongo un rey mago con gafas, y al rubio lo visto con un traje negro ajustado y melenas jevi, ¿es que no he hecho nada en todo el año?, ¿es que me lo he pasado pensando en como disfrazar al Melchor?. No hombre, NO. He estado currando.
Ahora llega el momento de felicitar la navidad o el año nuevo y no de decir “yo sí, tu no”. Como cuando vas a casa de un amigo y se pasa cincuenta minutos enseñándote las fotos de su viaje a Bali. Te está diciendo “Yo sí, tu no” y eso es de mala educación. ¡Ponlas en Picassa tío y déjame en paz!, ¡será por medios!
Aprovechemos la navidad para hacer de las obras de ingeniería algo entrañable que nos una. Enviad crismas blancos, como las marcas del súper. Si queréis felicitar la navidad haced postales navideñas que nos devuelvan la alegría por compartir y no por diferenciarnos y así en estos malos tiempos para la lírica que llegan, en los que la envidia y la competencia van a empezar, si no lo han hecho ya, a cizañear nuestra vida cotidiana, tendremos un motivo para sentir calor en nuestro espíritu.
Adjunto la postal de un amigo que ama las obras públicas y por eso el belén, la máxima expresión del amor para él que es católico, lo coloca en una obra civil, y tiene su gracia. Bravo amigo.
lunes, 22 de diciembre de 2008
¿Por donde vendrán los nuevos tipos estructurales?
El otro día recuperé la ilusión profesional. No estaba perdida pero estaba escondida. Todavía hay gente que se dedica a pensar y eso ilusiona y motiva, por lo menos a mi.
Miguel Aguiló, a quien no conocía más que de oídas, soltó una conferencia brutal sobre la vigencia de los tipos estructurales.
Parece una excusa para pensar sobre la razón del como hacemos lo que hacemos. Una visión desacostumbrada, que digo desacostumbrada, nunca vista.
Hasta donde yo pude disfrutar, habló de los tipos estructurales como el resultado del pensamiento de la sociedad ingenieril destinado a enunciar soluciones organizadas a problemas, en este caso, estructurales. Habló del topos, del typos y de la tectónica… ¡toma ya!, como conformadores de un diseño. O dicho en una píldora-titular, habló del topos como el sitio y las condiciones de partida de un proyecto; del typos o el pensamiento organizado del técnico que permite relacionar los problemas con una solución; y habló de la tectónica como conjunto de herramientas y ciencias auxiliares (materiales, análisis, detalles) que permiten diseñar y construir la solución tipológica elegida como respuesta al problema planteado.
Se planteó qué más de sí pueden dar los tipos actualmente establecidos, que lo han sido por que la historia de las estructuras los han colocado en ese lugar porque han sido diseños con éxito.
En el coloquio apareció una interesante vía de crecimiento de los tipos que, desde hace muchos años no se han modificado más que haciéndose estructuras más grandes, puentes más largos, más altos más anchos, pero los mismos puentes, los mismos tipos.
La posible forma de aumentar los tipos vendrá seguramente de una perspectiva meramente formal que hasta ahora ha estado claramente relegada por la perspectiva ortodoxa, estructural, funcional.
Supongo que el establecimiento de nuevos tipos o, al menos el intento (los tipos se establecerán solitos si tienen éxito) vendrá dado por gente de fuera de los ingenieros. Los tipos nuevos los diseñarán tipos con una cultura diferente, venidos en pateras culturales desde los inhóspitos desiertos del arte, de la forma, de la arquitectura. Eso es lo que dirán los ortodoxos.
Yo, desde aquí y desde ya doy la bienvenida a nuevas propuestas.
Se planteó también que el futuro del análisis está en la termodinámica, toma ya….
Cuidado, no vayáis a esbozar una sonrisita que lo dijo Calzón.
¡Julio!, yo, Emanem, me lo creo.
Miguel Aguiló, a quien no conocía más que de oídas, soltó una conferencia brutal sobre la vigencia de los tipos estructurales.
Parece una excusa para pensar sobre la razón del como hacemos lo que hacemos. Una visión desacostumbrada, que digo desacostumbrada, nunca vista.
Hasta donde yo pude disfrutar, habló de los tipos estructurales como el resultado del pensamiento de la sociedad ingenieril destinado a enunciar soluciones organizadas a problemas, en este caso, estructurales. Habló del topos, del typos y de la tectónica… ¡toma ya!, como conformadores de un diseño. O dicho en una píldora-titular, habló del topos como el sitio y las condiciones de partida de un proyecto; del typos o el pensamiento organizado del técnico que permite relacionar los problemas con una solución; y habló de la tectónica como conjunto de herramientas y ciencias auxiliares (materiales, análisis, detalles) que permiten diseñar y construir la solución tipológica elegida como respuesta al problema planteado.
Se planteó qué más de sí pueden dar los tipos actualmente establecidos, que lo han sido por que la historia de las estructuras los han colocado en ese lugar porque han sido diseños con éxito.
En el coloquio apareció una interesante vía de crecimiento de los tipos que, desde hace muchos años no se han modificado más que haciéndose estructuras más grandes, puentes más largos, más altos más anchos, pero los mismos puentes, los mismos tipos.
La posible forma de aumentar los tipos vendrá seguramente de una perspectiva meramente formal que hasta ahora ha estado claramente relegada por la perspectiva ortodoxa, estructural, funcional.
Supongo que el establecimiento de nuevos tipos o, al menos el intento (los tipos se establecerán solitos si tienen éxito) vendrá dado por gente de fuera de los ingenieros. Los tipos nuevos los diseñarán tipos con una cultura diferente, venidos en pateras culturales desde los inhóspitos desiertos del arte, de la forma, de la arquitectura. Eso es lo que dirán los ortodoxos.
Yo, desde aquí y desde ya doy la bienvenida a nuevas propuestas.
Se planteó también que el futuro del análisis está en la termodinámica, toma ya….
Cuidado, no vayáis a esbozar una sonrisita que lo dijo Calzón.
¡Julio!, yo, Emanem, me lo creo.
viernes, 5 de diciembre de 2008
Como la vida misma
El otro día me pasó una cosa increíble. Os la voy a contar.
Soy Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y, claro, eché unos añitos en estudiar para tener un título. Y, ¡hombre! un título no es cualquier cosa, y de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos más aún, porque cuesta un trabajo, y un esfuerzo, que mis padres son de familia humilde, son seis años, en el mejor de los casos. Y los libros, y comer fuera de casa. En fin, un gasto. Y acabé la carrera.
Y ahora después de unos años, pues me he hecho algo de nombre, y tengo mis clientes y mis obras y un prestigio. Si, si, un prestigio. El chavalín aquel de Aluche pues es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y firma algunos proyectos. No, todos no, ojalá, solo algunos.
En fin, voy al grano. Hace cinco meses me encargaron un proyecto. Deprisa, como suele ser esto. Si sois de la profesión ya sabréis como va esto. Fue un conocido, Gutiérrez, que lo conocí en los toros. A los pocos meses me encargó un puente. Para mi, un puente, y en mi ciudad, pues es una cosa muy importante, una de mis aspiraciones en la vida, un objetivo.
Como os digo, el encargo vino muy deprisa, a grandes rasgos se trataba de un puente sobre una nacional de entrada a la ciudad. Una iniciativa privada había realizado una nueva urbanización, doscientas viviendas de buena planta, en una zona cercana al núcleo, casi urbana, a buen precio pero con mala comunicación. Bueno, en realidad el precio era como si estuviesen en la Cibeles, pero en el kilómetro siete. Hombre, no estaba mal, era bastante cerca. Se habían vendido como churros. El problema de los pisos era que se les había dado salida solo en dirección hacia fuera de la ciudad y, para entrar había que ir hasta el km.12, entrar en el segundo cinturón dirección oeste y recorrer dos kilómetros para hacer un cambio de sentido en un spagueti junction de esos, brutales, modernos, que como no te lo conozcas acabas con la lengua fuera pidiéndole al arbitro que acabe el partido. En fin, después había que desandar los dos kilómetros hacia el este y volver a entrar en dirección a Madrid, que en ese momento estaba todavía a doce kilómetros. La pera.
Pues bien, Gutiérrez, conocedor de los votos de esas doscientas familias, había tenido la buena idea de ofrecerles la construcción de un puente, financiado parcialmente por los vecinos y por el ayuntamiento. Claro, lo vecinos no tenían un poder adquisitivo importante. Gutierrez recordó que me conocía de los toros. Yo había aprovechado para contarle, entre pase y banderilla, que era Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que tenía una empresa, una sociedad de ingeniería dedicada al proyecto de infraestructuras, bla, bla, bla…
El proyecto se sacaría por un importe total de un millón de euros. Un presupuesto inferior al que se merecía esa zona e inferior al que yo sabía, podía y tenía que hacer en mi ciudad, al lado de mi antiguo barrio. El proyecto había salido con el precio de un puente normal. No muy barato pero no con el dinero suficiente para construir el puente singular que debía construirise allí. No era el precio adecuado y así se lo hice saber a Gutiérrez. Él me dijo que no me preocupara. El proyecto tenía que salir y la financiación que involucraba a los vecinos estaba limitada. Firmaríamos el Proyecto y la Dirección de obra y una vez comenzadas las obras seguro que habría alguna forma de ampliar el presupuesto. Con estas, presenté un proyecto bastante ajustado a lo que yo había pensado que sería lo que esas familias se merecían y yo me merecía. Tengo un prestigio y no puedo hacer cualquier cosa. Tengo que hacer cosas de calidad, importantes. Tengo que mantener un sitio. Me lo merezco, mi oficina se lo merece y además Madrid debe asumirlo.
Tuve que poner algunas partidas del proyecto a un precio menor, eso sí, mantuve mis estándares de calidad. Ya hablaríamos de eso después. El puente debía ser como todos nos merecíamos. No había mucho tiempo para presentar el proyecto, no pudimos evaluar adecuadamente las partidas y sus precios y, como teníamos un tope, en realidad lo que hicimos fue ceñirnos al presupuesto con el que era posible hacer el puente. Para entendernos, Gutiérrez y yo no tuvimos más que mirarnos y esbozar una sonrisa imperceptible. “Sé que Gutiérrez piensa como yo. Una vez adjudicado, haremos el puente que yo quiero”
Presentamos el proyecto. Todas las propuestas habían sido comedidas formalmente y tenían un presupuesto parecido o algo mayor que el nuestro. Resultamos adjudicatarios por una pequeña diferencia. Firmamos que el puente se haría por 915.000 €.
El día que nos adjudicaron oficialmente el Proyecto y Dirección de Obra me fui a comer para celebrarlo con mis amigos y también invité a Gutiérrez.
Cinco meses después estoy escribiendo esto. No sigo contando más porque no me lo puedo creer aún. Os cuento todo esto desde mi despacho, después de haber mandado al carajo al nuevo concejal de transportes. A Gutiérrez lo sustituyeron después de las elecciones.
Es increíble. Llevamos mes y medio intentando convencer al nuevo Concejal de que el puente que se merece la ciudad y que yo, ganador del concurso, puedo hacer, debe ser un icono de Madrid. La calidad que mi oficina puede dar, mi prestigio. Un concurso ganado por un precio muy inferior al que debería. No hay derecho. En el norte, a Calzón le han dejado hacer un puente de la misma luz y que va a costar el doble de dinero. No me lo puedo ni creer. No pienso ir a una reunión más. Me he retirado. Le he enviado una carta de dimisión al Concejal y ¿sabéis lo que ha hecho?. Me ha de-nun-cia-do, porque dice que me he comprometido con el ayuntamiento y el ayuntamiento con la sociedad, mediante un concurso público. Pero bueno, ¡por dios! Todos sabemos como funciona esto, yo firmé un concurso por un precio, eso sí; pero todo el mundo sabe que eso se puede modificar, se debe modificar. Y me han ofrecido un incremento de gasto ¡de un 23 %! No me lo puedo creer. Yo pido un 53%, ¡qué menos que millón y medio de euros! para hacer un puente donde lo quieren hacer. Me niego a que mi nombre aparezca en ese puente si se hace a ese precio.
¡Nos veremos en el juez! ¡Que se habrán creido!
Todas los escenarios y personajes son totalmente inventados. (Viven en los medios). Lo que no quiere decir que esto no se parezca mucho a la realidad. Yo qué sé.
Soy Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y, claro, eché unos añitos en estudiar para tener un título. Y, ¡hombre! un título no es cualquier cosa, y de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos más aún, porque cuesta un trabajo, y un esfuerzo, que mis padres son de familia humilde, son seis años, en el mejor de los casos. Y los libros, y comer fuera de casa. En fin, un gasto. Y acabé la carrera.
Y ahora después de unos años, pues me he hecho algo de nombre, y tengo mis clientes y mis obras y un prestigio. Si, si, un prestigio. El chavalín aquel de Aluche pues es Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos y firma algunos proyectos. No, todos no, ojalá, solo algunos.
En fin, voy al grano. Hace cinco meses me encargaron un proyecto. Deprisa, como suele ser esto. Si sois de la profesión ya sabréis como va esto. Fue un conocido, Gutiérrez, que lo conocí en los toros. A los pocos meses me encargó un puente. Para mi, un puente, y en mi ciudad, pues es una cosa muy importante, una de mis aspiraciones en la vida, un objetivo.
Como os digo, el encargo vino muy deprisa, a grandes rasgos se trataba de un puente sobre una nacional de entrada a la ciudad. Una iniciativa privada había realizado una nueva urbanización, doscientas viviendas de buena planta, en una zona cercana al núcleo, casi urbana, a buen precio pero con mala comunicación. Bueno, en realidad el precio era como si estuviesen en la Cibeles, pero en el kilómetro siete. Hombre, no estaba mal, era bastante cerca. Se habían vendido como churros. El problema de los pisos era que se les había dado salida solo en dirección hacia fuera de la ciudad y, para entrar había que ir hasta el km.12, entrar en el segundo cinturón dirección oeste y recorrer dos kilómetros para hacer un cambio de sentido en un spagueti junction de esos, brutales, modernos, que como no te lo conozcas acabas con la lengua fuera pidiéndole al arbitro que acabe el partido. En fin, después había que desandar los dos kilómetros hacia el este y volver a entrar en dirección a Madrid, que en ese momento estaba todavía a doce kilómetros. La pera.
Pues bien, Gutiérrez, conocedor de los votos de esas doscientas familias, había tenido la buena idea de ofrecerles la construcción de un puente, financiado parcialmente por los vecinos y por el ayuntamiento. Claro, lo vecinos no tenían un poder adquisitivo importante. Gutierrez recordó que me conocía de los toros. Yo había aprovechado para contarle, entre pase y banderilla, que era Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, que tenía una empresa, una sociedad de ingeniería dedicada al proyecto de infraestructuras, bla, bla, bla…
El proyecto se sacaría por un importe total de un millón de euros. Un presupuesto inferior al que se merecía esa zona e inferior al que yo sabía, podía y tenía que hacer en mi ciudad, al lado de mi antiguo barrio. El proyecto había salido con el precio de un puente normal. No muy barato pero no con el dinero suficiente para construir el puente singular que debía construirise allí. No era el precio adecuado y así se lo hice saber a Gutiérrez. Él me dijo que no me preocupara. El proyecto tenía que salir y la financiación que involucraba a los vecinos estaba limitada. Firmaríamos el Proyecto y la Dirección de obra y una vez comenzadas las obras seguro que habría alguna forma de ampliar el presupuesto. Con estas, presenté un proyecto bastante ajustado a lo que yo había pensado que sería lo que esas familias se merecían y yo me merecía. Tengo un prestigio y no puedo hacer cualquier cosa. Tengo que hacer cosas de calidad, importantes. Tengo que mantener un sitio. Me lo merezco, mi oficina se lo merece y además Madrid debe asumirlo.
Tuve que poner algunas partidas del proyecto a un precio menor, eso sí, mantuve mis estándares de calidad. Ya hablaríamos de eso después. El puente debía ser como todos nos merecíamos. No había mucho tiempo para presentar el proyecto, no pudimos evaluar adecuadamente las partidas y sus precios y, como teníamos un tope, en realidad lo que hicimos fue ceñirnos al presupuesto con el que era posible hacer el puente. Para entendernos, Gutiérrez y yo no tuvimos más que mirarnos y esbozar una sonrisa imperceptible. “Sé que Gutiérrez piensa como yo. Una vez adjudicado, haremos el puente que yo quiero”
Presentamos el proyecto. Todas las propuestas habían sido comedidas formalmente y tenían un presupuesto parecido o algo mayor que el nuestro. Resultamos adjudicatarios por una pequeña diferencia. Firmamos que el puente se haría por 915.000 €.
El día que nos adjudicaron oficialmente el Proyecto y Dirección de Obra me fui a comer para celebrarlo con mis amigos y también invité a Gutiérrez.
Cinco meses después estoy escribiendo esto. No sigo contando más porque no me lo puedo creer aún. Os cuento todo esto desde mi despacho, después de haber mandado al carajo al nuevo concejal de transportes. A Gutiérrez lo sustituyeron después de las elecciones.
Es increíble. Llevamos mes y medio intentando convencer al nuevo Concejal de que el puente que se merece la ciudad y que yo, ganador del concurso, puedo hacer, debe ser un icono de Madrid. La calidad que mi oficina puede dar, mi prestigio. Un concurso ganado por un precio muy inferior al que debería. No hay derecho. En el norte, a Calzón le han dejado hacer un puente de la misma luz y que va a costar el doble de dinero. No me lo puedo ni creer. No pienso ir a una reunión más. Me he retirado. Le he enviado una carta de dimisión al Concejal y ¿sabéis lo que ha hecho?. Me ha de-nun-cia-do, porque dice que me he comprometido con el ayuntamiento y el ayuntamiento con la sociedad, mediante un concurso público. Pero bueno, ¡por dios! Todos sabemos como funciona esto, yo firmé un concurso por un precio, eso sí; pero todo el mundo sabe que eso se puede modificar, se debe modificar. Y me han ofrecido un incremento de gasto ¡de un 23 %! No me lo puedo creer. Yo pido un 53%, ¡qué menos que millón y medio de euros! para hacer un puente donde lo quieren hacer. Me niego a que mi nombre aparezca en ese puente si se hace a ese precio.
¡Nos veremos en el juez! ¡Que se habrán creido!
Todas los escenarios y personajes son totalmente inventados. (Viven en los medios). Lo que no quiere decir que esto no se parezca mucho a la realidad. Yo qué sé.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)